Como una parte intrínseca del ser humano está la bondad, la cual por muchas razones ocultamos y en ocasiones llegamos a asesinarla.
Sin embargo, solo debemos detenernos a observar los niños pequeños, como tratan siempre de ayudar a otros, incluso a los padres mientras realizan alguna labor.
Ya en la adolescencia no hay padre que no haya tratado en algún momento de separar a sus hijos adolescentes de algún amigo que presenta conductas de riesgo y que pudieran ser malas influencias para sus hijos.
Aún en la adultez no es raro que haya que marcar distancias con algunas personas que pudieran ser conflictivas.
En el caso de los adolescentes, quienes son altamente vulnerables por los tantos cambios que sufren a nivel físico como emocional, los padres han de estar en alerta permanente, llegando a decirles muchas veces a sus vástagos frases como: “tú necesitas ayuda; cómo crees que puedes ayudar a otros”, esto ante reproches y reclamos de por qué no tratar a algún compañero que pudiera resultar nocivo.
El ideal, siempre que no sea uno psicólogo o psiquiatra, y talvez hasta esos especialistas si no están trabajando procuran evitar a quienes no les aportan, es vincularse con personas que puedan ayudarnos a crecer, a ser mejores personas, mejores seres humanos y evitar a aquellas otras que además de robarnos la energía pueden ponernos en verdaderos problemas.
Con todas estas ideas bien claras, es preciso estar alerta, en especial en el caso de los jóvenes, y de los adultos que sin lugar a dudas nos encontramos con todo tipo de persona en nuestras labores cotidianas.
Pero es precisamente en la niñez y en la adolescencia que los padres tienen que construir ese sistema de alerta de sus hijos para garantizar mejores defensas en la adultez y así evitar males mayores.
Sin embargo, la tolerancia también es un elemento a mantener muy presente, tanto con nuestros hijos como con otros adultos.
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