Santiago de los Caballeros ha sido renovado, al menos las calzadas de muchas de las calles principales del casco urbano, algunas simulan adoquines y otras una especie de concha sin mucha gracia.
Entre calzadas viejas y agrietadas, nuevas y coloridas, pues también están hechas en color ladrillo, hay que decir que ahora las calles lucen mas atractivas.
Sin embargo, no podemos decir que han sido todo un éxito y no vamos a mencionar el run run que, en su momento, ocasionaron por el tema económico. Hoy solo podemos ver el elemento práctico y de utilidad para los transeúntes.
Recién estuvimos caminando por estas hermosas vías y pudimos observar que las rampas de acceso o descenso para personas con necesidades especiales con frecuencia solo están en un lateral de las esquinas, mismas que muchas veces son bloqueadas por vehículos mal estacionados.
Recuerdo una mujer a quien le hice notar que estaba obstaculizando la rampa y respondió que no podía moverse porque estaba incómoda, es decir, sentada en su van, mal estacionada, en una esquina de una sola rampa, pero igual no le importaba.
Conversé con un hombre que utiliza una prótesis de pierna y prefiere arriesgarse a ser impactado por un vehículo que a correr el riesgo de caerse si falsea al afincar en las imitaciones de adoquines. Sin pensar en él, comentó que “las muchachas elegantes ya no pueden caminar con sus tacones”.
Eso porque pueden entrar en las ranuras y hacerlas caer. Sillas de ruedas, bastones, muletas, andadores, cochesitos de bebé y cualquier necesidad especial que tengan los moradores y visitantes de Santiago no fueron tomadas en cuenta y una vez más triunfó la estética ante la inclusión de los menos afortunados.
La tendencia mundial es lograr que las sociedades sean cada vez más abiertas y pro activas, menos dependientes, más autosuficiente, pero al momento de pensar en las calzadas, nada de esto primó.
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