Unos 100 niños recibieron un juguete el día de reyes gracias a la generosidad de quienes se sumaron a la idea de que es responsabilidad de cada uno de nosotros lograr los cambios que queremos en nuestra sociedad.
Guaricano, en Villa Mella fue el destino final donde hicimos la entrega a los chicos. La verdad que eran muchos más y que con pesar solo pudimos llegar a un segmento, pero rápidamente hemos recibido retroalimentación del grupo, muchos de los cuales hasta ese momento no habían recibido un regalo.
También recibimos alegremente la promesa de parte de los amigos que se sumaron de que la próxima jornada será más fructífera, ya que ellos procuraran contagiar con su entusiasmo a sus relacionados. 100 juguetes podrían parecer pocos entre tantos niños. Sin embargo representó un significativo esfuerzo que hizo feliz a muchos.
De esta experiencia aprendimos muchas cosas además de la generosidad y deseo de ayudar a los más necesitados. Aprendimos que es un paso pequeño dentro de un gran compromiso que tenemos todos con nuestra sociedad y que para servir a Dios no hace falta cadenas de emails, o darse golpes en el pecho, sino compartir nuestro pan, nuestros zapatos y nuestras cosas con nuestros vecinos. Esos que están aquí mismo, pues tampoco es necesario cruzar ninguna frontera para ser mejores.
Guaricano, en Villa Mella fue el destino final donde hicimos la entrega a los chicos. La verdad que eran muchos más y que con pesar solo pudimos llegar a un segmento, pero rápidamente hemos recibido retroalimentación del grupo, muchos de los cuales hasta ese momento no habían recibido un regalo.
También recibimos alegremente la promesa de parte de los amigos que se sumaron de que la próxima jornada será más fructífera, ya que ellos procuraran contagiar con su entusiasmo a sus relacionados. 100 juguetes podrían parecer pocos entre tantos niños. Sin embargo representó un significativo esfuerzo que hizo feliz a muchos.
De esta experiencia aprendimos muchas cosas además de la generosidad y deseo de ayudar a los más necesitados. Aprendimos que es un paso pequeño dentro de un gran compromiso que tenemos todos con nuestra sociedad y que para servir a Dios no hace falta cadenas de emails, o darse golpes en el pecho, sino compartir nuestro pan, nuestros zapatos y nuestras cosas con nuestros vecinos. Esos que están aquí mismo, pues tampoco es necesario cruzar ninguna frontera para ser mejores.
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